En plena ciudad capital, los vecinos que transitan por Avenida Alem, entre Avenida Libertador San Martín y calle San Luis, se ven obligados a poner en riesgo su integridad cada vez que necesitan caminar por la zona. ¿La razón? Las obras de reacondicionamiento en el histórico Teatro Sarmiento han tomado por completo la vereda.
Allí donde antes caminaban peatones, hoy hay montículos de arena, escombros y materiales de construcción que se adueñaron del espacio público. El tránsito peatonal se ha vuelto un recorrido de obstáculos, en el que niños, adultos mayores y cualquier persona sin vehículo debe sortear carretillas, bolsas de cemento y piedras para avanzar.
Más preocupante aún es que muchos se ven obligados a caminar por la calle, compartiendo espacio con autos y colectivos en movimiento. Una situación que, además de incómoda, es peligrosa.
Es cierto que toda obra trae consigo incomodidades. El uso constante de materiales y herramientas requiere espacio y organización. Pero aquí la pregunta es inevitable: ¿quién se hace responsable de garantizar un paso seguro para los ciudadanos? ¿No debería haberse previsto una zona delimitada exclusivamente para los peatones durante el tiempo que dure la obra?
Lo que parece faltar no es voluntad de mejorar un espacio cultural tan valioso como el Teatro Sarmiento, sino una planificación que contemple a quienes transitan la ciudad todos los días. Las veredas son de todos, no solo del cemento.
Mientras tanto, los vecinos siguen cruzando entre autos y escombros. Y la respuesta sobre quién debe velar por su seguridad sigue sin aparecer.